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Más reconocimiento sincero y menos "palmaditas"

Reconocimiento 3La semana pasada estaba en una empresa, impartiendo una formación de habilidades directivas (muchas emocionales) a 18 altos directivos. Una de estas aptitudes a trabajar se trataba del reconocimiento, por lo cual les pedí a los participantes que comentaran como dan ellos reconocimiento a los miembros de sus equipos.

El silencio se hizo dueño de la sala por más de 30 segundos (que parecieron para muchos de ellos varios minutos), hasta que uno se animó a dar un ejemplo, y así poco a poco aportaron cuatro personas más. El resto permaneció en silencio y transmitiendo una sensación de incomodidad.

Los ejemplos aportados sobre el reconocimiento tenían el mismo común denominador; “buen trabajo pero has cumplido con tu obligación.” Acto seguido les pregunté que compartieran ejemplos de reconocimiento a ellos mismos.

Esta vez el silencio se hizo más fuerte que la anterior vez. Pasados dos minutos, un participante dijo: “no sé qué es hacerme un reconocimiento, porque creo que no me lo habré hecho nunca. Creo que no queremos reconocer nada muchas veces, por no mostrarnos débiles.”

Dejé pasar unos segundos para que esas palabras calaran en los demás participantes, y le dije: “Gracias Miguel por tu valentía y sinceridad de compartir algo que te muestra vulnerable, pero al mismo tiempo te ayuda a que evoluciones.”

La sorpresa fue bastante grande para él como la incomodidad que comenzó a sentir inmediatamente tras el reconocimiento recibido por mi parte.

¿Por qué esta persona se ha sentido incómodo ante mi reconocimiento sincero? Muy simple, porque vivimos en una sociedad en la que hemos sido y somos educados para recibir broncas, críticas (muchas destructivas), que nos marquen cada error y fallo que cometemos, pero recibir reconocimiento…no, no sabemos darlo, recibirlo y ni realizarlo con nosotros mismos.

Suele ocurrir que cuando alguien reconoce o alaba algo bueno de otra persona, equipo o colaborador, lo primero que piensa el que lo recibe o los que están alrededor es: “¿qué querrá pedir?” o “vaya “pelota” que es”.

La mayoría de las personas no saben recibir a los reconocimientos, porque no están acostumbrados a recibirlos ni a darlos, pero lo que sí sabe la mayoría de las personas, es a recibir dardos contra su autoestima.

Dar reconocimiento es una herramienta vital en la relación con las personas, tanto en el aspecto personal como el profesional.

Un reconocimiento es algo profundo y sincero, no es dar una “palmadita en la espalda” por quedar bien.

Al hablar de este tema, siempre se viene a mí mente un momento de cuando me estaba formando como Coach, allí sobre finales de 2007. Y recuerdo que para mí fue una tremenda sorpresa, cuándo uno de los líderes me hizo un reconocimiento delante de todos. Fueron los segundos más largos e incómodos que podría imaginar.

Un reconocimiento sincero es aquel que llega a la esencia de la persona, porque es la mejor forma que lo sienta propio. Darlo, es valorar y premiar el esfuerzo de la otra persona y al mismo tiempo es un buen aprendizaje para uno mismo.

Estoy convencido de que si muchos “líderes”, jefes y también las personas fuera del ámbito profesional, reemplazaran las “palmaditas por dar reconocimientos sinceros; el rendimiento y las relaciones personales darían un salto de calidad brutal.

Enterrar las “palmaditas” significa que el cambio debe comenzar por uno mismo, es decir, aprender a valorarte y reconocer cuando haces las cosas bien. Una vez que comiences a practicar este hábito, deberás comenzar a valorar el esfuerzo y talento de los demás, porque esto es lo que te llevará a dar reconocimientos sinceros.

Me parece muy importarte aclararte algo que no te he dicho. Cuando des un reconocimiento sincero, solamente céntrate en ello, es decir, nada de darlo y acompañarlo luego con un “pero…” Si le tienes que hacer una crítica, un feedback negativo o marcarle un fallo a alguien, no le empañes el reconocimiento con esto. Busca espacios y momentos para cada cosa.

Hacerte amigo del reconocimiento sincero te aportará confianza, conexión y sinceridad tanto para ti como a las personas que te rodean. Además te aportará la fantástica experiencia de aprender de los demás, porque cuándo uno da reconocimiento sincero, siempre se lleva un aprendizaje.

Cuándo el dar reconocimiento sincero lo hayas convertido en un hábito diario, muchas puertas comenzarán a abrirte, y seguramente tus relaciones personales y profesionales, darán un buen salto de calidad.